Cuando era pequeña y tenía algún problema siempre contaba con mi madre, mi consejera, mediadora y animadora. Puedo decir que soy afortunada y eso sigue siendo así, aunque nunca olvidaré algo que me recordaba con cierta asiduidad y que me marcó para siempre: “las cosas se solucionan hablando.”
Es por ello que me preocupa que hoy en día el hábito de la conversación sea raro, menos relevante y más interrumpido por aspectos externos. Que cuando suceda sea banal y superficial.